CONTADOR

viernes, 28 de agosto de 2009

VIDA


Estimado maestro:
A lo largo de mi vida me he sentido 'pequeño' varias veces ante la contemplación de creaciones grandes y bellas.
Por ejemplo, cuando ví en persona por primera vez el cuadro de El Greco 'El entierro del Conde de Orgaz'. También sentí congoja delante de 'Las Meninas', y sólo me faltó arrodillarme al no poder soportar la sensación de lo sublime frente a mí.
Y de los poemas que he tenido ocasión de leer, éste suyo consiguió exactamente lo mismo. No se puede expresar con palabras el sentimiento de lo que ya está escrito en 'VIDA'.
Después de la primera lectura me mantuve absorto durante un buen rato, intentando digerir lo que a mi mente acudía.
Una mezcla de asombro, admiración y desasosiego.
Dijo alguien eso de '...prefiero que las musas me visiten cuando estoy trabajando.'
No sé si, en su caso, fueron las musas o cualquier otro instrumento del destino, pero está claro que fue usted un 'elegido' con el adjetivo añadido de privilegiado, al parir semejante maravilla literaria.
Quiero, una vez más, dejarme llevar entre los versos:
V I D A

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito: ¡TODO! y el eco dice: ¡NADA!
Grito: ¡NADA! Y el eco dice ¡TODO!
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada).

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
JOSE HIERRO
Donde quiera que esté, quiero enviarle mi gratitud por su inestimable aportación a eso que llamamos BELLEZA.
Gracias, Don José.
PACO RODRIGUEZ, (2003)

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