LA MANO CORTADA
A veces el plazo temporal se reduce, se limita a unas horas, a unos minutos.
Pero a la historia le gusta jugar con este plazo.
Farid al-Din 'Attãr cuenta que un dignatario pilló a un ladrón en una calle de la ciudad e hizo que le cortasen la mano allí mismo, en medio de la multitud.
El ladrón no dijo nada, no gritó. Recogió la mano cortada y se alejó.
Un poco más lejos, entró en un mercado popular.
Allí se puso a gritar, a patalear, a rodar por el suelo.
.-¿A qué vienen esas terribles quejas? -le preguntó alguien-.
Cuando te han cortado la mano has permanecido en silencio.
El ladrón contestó:
.-Porque allí todos me tomaban por un ladrón y nadie me compadecía.
Aquí, en este mercado, seguro que hay otros ladrones. Seguro que a muchos también les cortaron las manos.
Ellos saben cómo sufro y pueden compadecerme.
Por tanto, si grito es por ellos.
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