CONTADOR

lunes, 31 de agosto de 2009

UNA NUEVA AMIGA... PARA SIEMPRE!!


UNA NUEVA AMIGA… ¡PARA SIEMPRE!

Dicen que nada hay perdurable. Supongo que eso –como tantas otras cosas- se reviste de su correspondiente dosis de relatividad.
Cuando el neuorólogo me dijo el nombre de la enfermedad que me había tocado sobrellevar ni entendí su pronunciación y mucho menos conocía lo más mínimo sobre ella. Expresado verbalmente suena a exótico nombre femenino de algún ignoto país: MIASTENIA GRAVIS.
Lo de ‘gravis’ alarma al profano, aunque una pequeña aclaración contextual tranquiliza el inicial desasosiego. Dicha palabra acompañada previamente de la denominada miastenia significa en lenguaje común ‘grave pérdida de fuerza muscular’. Ni más ni menos.
Esta ‘nueva amiga’ me acompañará –sin yo pretenderlo- el resto de mis días. Ya me voy mentalizando sobre su cotidiana casuística. Acostumbrándome a su etérea compañía. Y, como se suele decir, no hay vuelta de hoja; me ha tocado y punto.
Por lo poco que he podido ir conociendo de tan extraña enfermedad, sólo existen diagnosticados en torno a seis mil pacientes, de los cuales a su vez un porcentaje de ellos han sido intervenidos quirúrgicamente de timectomía (extirpación de la glándula del timo). Soy uno de ellos, y puedo y debo dar gracias a Dios de no haber tenido además timoma (cáncer del timo), lo que hubiese provocado también ser sometido a sesiones de quimioterapia.
Cierto es aquel dicho ó refrán que dice más o menos eso de que ‘quien no se consuela es porque no quiere’, porque viendo cada día los dramas humanos que nos acosan por doquier, debo tener motivos para el alivio emocional. Harina de otro costal es afrontar y enfrentarse al hecho cierto de ser consciente de un antes y un después en la vida cotidiana del afectado.
Siempre hemos oído o sabido algo sobre ayudas y apoyos de tipo psicológico. Terapias –dicen- de inevitable y fructífera efectividad. Aunque en principio sé que la sintomatología que percibo y padezco obedece a una enfermedad concreta y contrastada, y por ello no queda otro remedio que el saber soportarla, es cierto también que no soy ajeno al desánimo, y aún armándome de una gran carga de fuerza de voluntad, la persistencia de la rutina provoca inevitablemente altibajos de tipo emocional y de conducta.
Sensaciones que trasladadas en el tiempo a lo largo de días, semanas y meses, terminan pasando factura, provocando en quien las sufre una necesidad de acudir al especialista (psicólogo) en busca de ese consejo acertado y esas pautas de ayuda para tan largo trayecto.
Quiero suponer –y a ello me aplico- que el hecho de iniciar este registro escrito de mis vivencias con la enfermedad me ayuden, primero, a reflexionar hacia afuera sobre mi capacidad de expresar con palabras ese vasto mundo de síntomas que la enfermedad y sus medicamentos provocan.
Segundo, y teniendo por cierta la aseveración de la doctora que me ayuda, debe llegar a convertirse en un memorial imperecedero de recuerdos que no queden diluídos en los agujeros del olvido. La evolución de la enfermedad y sus síntomas estimo conveniente reflejarlos en este diario, para constancia personal y para poder –en el futuro- evaluar todo aquello que vaya dando de sí, tanto en un sentido como en el otro.
Escribir sobre la variada sintomatología que padezco puede llegar a convertirse en un ejercicio de rutina en su sentido literal, pues una vez descrita toda ella, se convertirá –estoy seguro- en algo parecido a lo que en la música se conoce como ‘variaciones sobre un mismo tema’.
Cada síntoma, cada sensación, cada subjetiva apreciación, trasladadas a la vida cotidiana de lugares y horarios, abarcan un extenso terreno donde la fuerza de voluntad y la capacidad de aguante representan un personal reflejo de lo que cada uno puede ser capaz de expresar en un texto o en una conversación con el amigo que nos pilla a nuestro lado.
¿Cómo te cambia la vida?
Pues diría que por completo. Desde los aspectos más nímios hasta los de mayor calado. Aparte de numerosas limitaciones físicas, se percibe y se constatan pensamientos y estados anímicos que sin caer en el negativismo ni en la desolación van adornando simbólicamente tu vida interior.
Te ves obligado, tras pasar por el quirófano, a los días de recuperación, a la fase de adaptación, a sensaciones nuevas, a otras ya conocidas, a reanudar la disciplina de los medicamentos diarios. A esperar, como dice el neurólogo, que el tiempo dictamine la efectividad de la extirpación del timo. A esperar que bajen los niveles de acetilcolina. A conseguir rebajar la dosis diaria de prednisona, evitando así soportar tan pesado lastre de perjuicios en mi organismo. Quién me iba a decir a mí que iba a incluir en mi modesto bagaje de conocimientos tantas palabras nuevas de índole sanitaria. Yo, que apenas llegaba a soportar el más común de los resfriados, y que mi relación con los galenos era –y sigue siendo, afortunadamente- de carácter de amistad, sin verme sometido a su necesaria intervención.
Quiero –y necesito- dar continuidad en el tiempo a este proyecto de reflexión literaria de mi enfermedad. De su ayuda emocional estoy seguro.
Cierto es que no percibo un empeoramiento interior de la sintomatología, sin duda gracias a la medicación a la que me veo sometido. Ello me anima a seguir mirando siempre con esperanza el futuro. Aunque soy consciente del carácter crónico de la dolencia, la creencia en llegar a no sentir sus efectos me hace esforzarme en no sucumbir al desánimo. Sé que soy capaz de ello y aunque ésta ‘nueva amiga’ ha llegado a mi vida, su certeza virtual la sabré ignorar en su justa medida.
Impresiones sobre la adaptación de mi vida habitual compartida con la enfermedad.
Me he acostumbrado a administrar el tiempo necesario para cualquier actividad, ralentizando todo para evitar cualquier sobrecarga muscular. Esto también incluye acciones como el hecho de leer, usar el ordenador, pintar, etc.
Los meses de verano con sus correspondiente altas temperaturas los estoy soportando irregularmente; procurando evitar salir en horarios extremos. Procuro dar un paseo diario a la caída de la tarde, aunque en un plazo de dos horas la fuerza muscular se resiente, independientemente de la temperatura atmosférica.
Estados anímicos
El hecho de vivir cotidianamente como cualquier persona no me supone ningún problema. Quiero decir que no estoy pensando constantemente en que la enfermedad pueda condicionar mis actos. Aún así, es complicado soportar los síntomas de manera habitual con la actividad de la vida diaria. Siempre digo que es una gran suerte no tener que soportar dolores, pero no por ello debo dejar de constatar las limitaciones de orden físico y psíquico.
Realizar más de una cosa en el mismo día es cuestión de diversos factores, principalmente del estado corporal. Ahora mismo que estoy escribiendo éstas líneas lo hago en un estado de agotamiento mental considerable. Releer lo escrito me agota, aunque sé que es complicado de decir por mí y de comprender por parte de quien me escucha.
El hecho de sopesar asistir a cualquier sitio no es predisposición negativa por mi parte ni nada parecido. Obedece a venir padeciendo la sintomatología tan variada que disfruto.
Plasmar por escrito mis impresiones, supongo –me dicen- que es conveniente para repasar con posterioridad la evolución de la enfermedad.
En lo que a mí respecta nunca he sido persona de escribir ‘diarios’, ni antes ni ahora, aunque estos textos monotemáticos pueden servir como relato de una singladura con punto de partida pero sin –por ahora- llegada a ningún destino.

AL SANTISIMO CRISTO DEL AMOR

AL HIJO DE DIOS HECHO HOMBRE

( Al Santísimo Cristo del Amor )

... y predicó entre nosotros.
... y sufrió por nosotros.
... y murió por nosotros.


Fue tu parábola, fue tu mensaje
el que me daba la esperanza,
el que con suma confianza
dibujaste en mi paisaje.

Fui penitente en tu agonía
con mi prestada niñez.
Todo aquello sucedía
cual si fuera la primera vez.

Yo sí quiero cantar, sí quiero
al Jesús del madero
y también al que anduvo en la mar.
Sepa el hombre y su simiente
aprender la buena nueva
del que del Cielo desciende
para por nosotros su vida dar.

Que sea ejemplo tu palabra
que nos guíe en nuestro peregrinaje.
Que el Amor que nos das abra
nuestra barca de la vida, al abordaje.

Tú, mi Cristo del Amor !
Tú, que sabes perdonarme
acógeme en tu rebaño, al calor
de tus hijos celestiales.

...y predicó entre nosotros
...y sufrió por nosotros.
...y murió por nosotros.

( Paco Rodríguez )2004

domingo, 30 de agosto de 2009

SINOPLE, GULES, SABLE, AZUR


SINOPLE, GULES, SABLE, AZUR

Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado.
( Luis Rosales )


Triunfo parcial de la oscuridad, ahora que te has ido
Joaquín

¿En qué tierra firme yace tu sencilla entereza?
Sánchez

Percibo de tu ausencia también una efimera presencia
Vázquez

Se agrandan grietas en lo sombrío
y el sinople de los campos heráldicos
cubren tu estela por los caminos de esa verdad que buscabas.

Aún no existe la luz de la mañana
a la cumbre te desplazas cual novel bien avezado.
Espéranos allí, la premura o la tardanza
no alivia el dolor por tu ausencia inesperada.

Pretendemos ser diferentes, conservando
esencias de aparente sintonía.
Tu inquietud, como siempre, observando.
Tu conformismo, cual vieja ola iba y venía.

Sable, aclarador de utópicos castillos
Gules, bermellón de figuras blasonadas
Sinople, en tierra de tardía esperanza
Azur, como la mar de nuestros ancestros


PACO RODRIGUEZ ( 2007)

viernes, 28 de agosto de 2009

VIDA


Estimado maestro:
A lo largo de mi vida me he sentido 'pequeño' varias veces ante la contemplación de creaciones grandes y bellas.
Por ejemplo, cuando ví en persona por primera vez el cuadro de El Greco 'El entierro del Conde de Orgaz'. También sentí congoja delante de 'Las Meninas', y sólo me faltó arrodillarme al no poder soportar la sensación de lo sublime frente a mí.
Y de los poemas que he tenido ocasión de leer, éste suyo consiguió exactamente lo mismo. No se puede expresar con palabras el sentimiento de lo que ya está escrito en 'VIDA'.
Después de la primera lectura me mantuve absorto durante un buen rato, intentando digerir lo que a mi mente acudía.
Una mezcla de asombro, admiración y desasosiego.
Dijo alguien eso de '...prefiero que las musas me visiten cuando estoy trabajando.'
No sé si, en su caso, fueron las musas o cualquier otro instrumento del destino, pero está claro que fue usted un 'elegido' con el adjetivo añadido de privilegiado, al parir semejante maravilla literaria.
Quiero, una vez más, dejarme llevar entre los versos:
V I D A

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito: ¡TODO! y el eco dice: ¡NADA!
Grito: ¡NADA! Y el eco dice ¡TODO!
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada).

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
JOSE HIERRO
Donde quiera que esté, quiero enviarle mi gratitud por su inestimable aportación a eso que llamamos BELLEZA.
Gracias, Don José.
PACO RODRIGUEZ, (2003)

jueves, 27 de agosto de 2009

EL DE LA MESA DE AL LADO


EL DE LA MESA DE AL LADO


- ¿Qué vas a tomar? Pregunté a mi mujer en presencia del camarero.
Un té con leche, por favor.
- A mi me pone un café cortado, gracias.

Solemos invertir una porción de tarde cada viernes en la cafetería, para poder comentar algunos asuntos, en torno a algo bebible, fresco o caliente, dependiendo de la estación correspondiente.
Unas veces nos falta tiempo y otras liquidamos los asuntos en dos minutos, por lo que el resto del tiempo nos escrutamos abiertamente con la mirada, intuyendo sensaciones el uno del otro, inventando pareceres y diluyendo gramos de rutina en la esperanza venidera.

Incluso a falta de provechosos menesteres, oso aventurarme con el sentido de la vista allende los límites que me marca la mesa y la silla donde reposo, solapando el panorama, bien a proa, babor o estribor, ya que a popa no hemos sido dotados al efecto por la madre naturaleza.
Ayer, frente a nuestra mesa, otra con mayor número de personas a su alrededor me hizo detenerme unos instantes, curioseando simbólicamente entre ellos, contando el número de plazas y el total de especímenes de cada sexo.
Cinco féminas y un sólo varón, inmersos en un parentesco común, según me pareció una primera ojeada a sus poses.
El hombre estaba situado, desde mi perspectiva, de perfil, dominando desde su ubicación al resto de sus acompañantes, a quienes escuchaba pacientemente, limitándose de vez en cuando a efectuar leves balanceos de cabeza a modo de banal asentimiento. No recuerdo haberle visto mover los labios para intercambiar con ellas palabra alguna. Sólo miraba, escuchaba –supongo- y asentía. El gesto de estar sin llegar a estar del todo, en una pose de desgana y a la vez de disimulada atención.
Se trataba de un hombre de mediana estatura, aséptica indumentaria, con gafas de las de ‘ver’. El pelo, ya blanco, aún abundante a pesar de la edad, esa edad en la que se ve de lejos la juventud plena y se afronta con mayor o menor talante la evidencia del ocaso.
El por qué me llamó la atención ese grupo en torno a la mesa fue por el periódico que delante de sí tenía esa persona. Sobre la mesa, y por el grado de ‘deterioro’ aparentaba haber sido comprado instantes antes, o bien había sido ya leído con tal cuidado que el trasiego de las páginas lo había mantenido intacto.
La tipografía que yo conseguía entrever desde mi situación no me permitia adivinar el nombre del diario en cuestión, pues el hombre lo rodeaba entre su cuerpo y los brazos. Curiosidad. Maldita –o bendita- curiosidad. ¿Qué periódico era? ¿Y qué más da? ¿Qué carajo me importa? Pues no. Yo seguía escrutando la visual en aras de su identificación plena. Es curioso lo absurdo que puede llegar a ser algunas pautas de conducta y fisgoneo.
Intenté asociar hombre y diario según la apariencia de aspecto personal que me sugería. Por la edad y el modo de estar, daba apariencia de un adusto conservador ya de vuelta de todo y al mismo tiempo se asemejaba a ese profesor universitario ya desaparecido, famoso en su vejez por la autoria de célebres bandos municipales editados en la capital del Reino.
El periódico seguía sin mostrarme su nombre, agazapado entre la horizontal de la mesa y la obstinación posicional del brazo de su dueño.
Identificarlo me resultaba totalmente necesario para poder imaginar la forma de ser y pensar de aquel hombre. De su idea general de la vida, la guerra y el todo en definitiva. De su vida laboral, de sus gustos y aficiones, amalgamados en un guión del que suelo hacer uso en mis cazoleteras incursiones reflexivas.
En un momento determinado, el camarero se acercó a su mesa con la bandeja de la consumición. El hombre hizo un movimiento exacto al que yo hago cuando a mi me toca. Cogió raudo el periódico y tras doblarlo sin miramiento se lo puso entre su espalda y la silla. Esto ocurre cuando hay que despejar la mesa para dejar sitio suficiente, liberándola de todo elemento superfluo.
En el movimiento de la citada doblez, aquel periódico me mostró al fin el dato que me faltaba en mi composición de lugar: se trataba de un ejemplar de ‘EL PAIS’.
Quién lo diría. Es cierto aquello de que las apariencias engañan –normalmente-.
Imaginaba al hombre y sus posturas ideológicas en base a su mera presencia de aspecto, dándose en este caso la dualidad válida de ambos polos –la derecha y la izquierda a la vez-.
El hecho de yo saber cual era el diario que habitualmente leía esa persona, me sugería la afinidad de sus ideas con las del espiritu que alumbra dia a dia la trayectoria de un periódico. ¿Deben ser coincidentes? No necesariamente, por supuesto. Pero no cabe duda que todo ciudadano aficionado y habituado a seguir la actualidad la busca a través de los medios de comunicación afines –en lo posible- a su ideología, sin que ello signifique el hecho generalizado de este planteamiento.

Mientras él daba buena cuenta de lo que le habían servido a la mesa, continuaba sin inmutarse con la misma actitud, escuchando y mecánicamente asintiendo con la cabeza, aunque ahora además enguyendo la frugal pitanza.
Y mientras, yo seguía con mis asuntos reflexivos, que me llevan invariablemente a la frase hecha de ‘meterme en camisa de once varas’ imaginarias, con las cuales agotar los minutos que me separan del final de mi taza de café.


© Paco Rodríguez

miércoles, 26 de agosto de 2009

CASI UNA RUTINA

CASI UNA RUTINA

Puedo considerarme una persona privilegiada por el mero hecho de poder desplazarme a mi lugar de trabajo andando cada día desde mi domicilio.
Durante el recorrido paso invariablemente por delante de la casa donde nací, aunque, para ser más exacto, debo decir por delante de donde estaba la casa donde nací.
Ello es porque mi casa natal fue derruida en 1965, levantándose en su lugar otra nueva de idénticas dimensiones a la original.
La configuración exterior –la interior no la conozco- es prácticamente igual a la anterior, y hasta las ventanas orientadas a Calle Peral están ubicadas en el mismo lugar.
Aún consigo recordar cómo me asomaba regularmente cada vez que algo merecía mi infantil curiosidad. Hoy en dia, de vez en cuando, miro hacia las ventanas e imagino aquel niño que, como una página detenida en el tiempo, me mira con una mezcla de asombro y perplejidad, al verse él mismo pasar por la acera… sólo que con 45 años más.
La rutina de nuestros comportamientos, incluídos los cotidia- nos, nos priva algunas veces de esas sensaciones tan persona- les, ocupados y preocupados como andamos, siempre envueltos en esa vorágine a la que llamamos ‘el tiempo que nos ha tocado virir’.

Paco Rodríguez © (2007)

martes, 25 de agosto de 2009

EL BANDO DE LA QUEIMADA

EL BANDO DE LA QUEIMADA
(o cómo espantar el mal con cierta saña solapada)

Henos aquí, a la lumbre queimadense
portadores de plurales y legítimos anhelos
donde el que puede debe ser porque piense
que deseos conjurosos oigan los cielos.

Sopesemos de los males su grosor,
envainémonos la espada del rencor,
pues sobrevivir a todo esto
es más que pesado, molesto.

Si en buena lid Antonio azuza la candela
con todas nuestras mentes puestas
en aquello que inmisericorde desconsuela
al fuego purificador lancemos mil cestas.

Sepan y vieren aquellos todos, los de la gleba
que acudan a nuestra unánime llamada
pues menester es que desta queimada beba
y brinde por el triunfo de otra batalla ganada.


Paco Rodríguez, XII-2002

SIGLO XX CAMBALACHE



Me permito reproducir la letra de un tango, escrita por Santos Discépolo.
Sé que Juan Manuel Serrat lo canta, aunque desconozco si está incluído en alguno de sus discos.
Es curioso comprobar que aunque ya es 'texto viejo', parece que lo acaba de escribir hoy mismo. Qué poco -nada, más bien- hemos cambiado!!


SIGLO XX Cambalache

Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé
en el 506 y en el 2000 también
que siempre ha habido ‘chorros’
maquiavelos y estafaos
contentos y amargaos
valores y dublés.
Pero que el siglo XX es un despliegue de maldad
ya no hay quien lo niegue
vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo todos manoseaos.
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor
ignorante, sabio, ‘chorro’, generoso, estafador,
Todo es igual, nada es mejor
lo mismo un burro que un gran profesor
no hay aplazaos ni escalafón
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición
da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos
caradura o polizón.
Qué falta de respeto, qué atropello a la razón
cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón
mezclao con Stravinsky va Don Bosco y la Miñón
con Chicho y Napoleón, Carmela y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches se ha mezclao la vida
y herida por un sable sin remaches
de llorar la vida contra un calefón.
Siglo XX cambalache, problemático y febril.
El que no llora no mama y el que no roba es un ‘gil...’
Dale no más, dale que va, allá en el horno
nos vamos a encontrar, no pienses más
siéntate a un lao, a nadie importa si naciste honrao.
Es lo mismo el que trabaja
noche y dia como un buey
que el que vive de los otros, que el que roba
que el que mata o está fuera de la ley.

(Santos Discépolo)

lunes, 24 de agosto de 2009

FUE EL POETA A NUEVA YORK


FUE EL POETA A NUEVA YORK

( A Federico García Lorca )


Se tropezó en la Gran Manzana
con un libro de tragedias y temores
escrito sin el calor de la mañana
sin sonrojo oculto tras mil flores.

Al salir del desprevenido asombro
conjuró su ‘Canción del Jinete’
apiló en un montón, cual escombro
proyectos, elegías y algún sainete.

Volvió con el libro pleno en mente
contó a todos sus vivencias y relatos
y quiso seguir con su pluma el arado

Agrupó las sílabas, ya que no miente
al trocar palabras, soñadas a ratos
con perfumes de luna y su destino ajado.


Paco Rodríguez, (2005)

domingo, 23 de agosto de 2009



NAVEGANDO POR EL MAR DEL ARTE
DE SU SINO Y SU DESTINO


Entre tantas facetas de la vida, es el Arte y su inabarcable universo algo que desde los albores del ser humano ha conseguido despertar aquello que de espiritualidad impregna el hálito vital de toda inquietud creadora.
Desde las pinturas rupestres de Altamira hasta las vanguardias del siglo XX el Arte nos ha acompañado, dando sentido indispensable a todo lo que de bello nos obsequia la vida.

Y mi afición por la pintura se remonta a la niñez, cuando con el lápiz de grafito y las tizas de colores pretendía copiar todo lo que me resultaba atractivo, las ilustraciones de los libros de texto, los cuadros de los maestros, etc.
No puedo olvidarme de aquella primera caja de acuarelas que gané con 11 años, en un concurso escolar con motivo de las fiestas patronales. Ni tampoco de tantas tardes de juegos sacrificadas por quedarme en mi casa acaparando cuartillas policromadas con mayor o menor fortuna. Sólo conservo de aquella época tres o cuatro dibujos que lógicamente poseen –para mí- un valor sentimental difícil de calcular.
Conseguí hacer mi primera exposición en 1986, a las que se fueron sumando otras cronológicamente hasta 1999.
Allá por 1996, a modo de actividad paralela, se introdujo en mi afán creativo el mundo fascinante de las piedras con formas caprichosas.
Le busco la vida interior a cada una de ellas, añadiéndoles pictóricamente aquello que les falta para ser reconvertidas en objetos artísticos.
A fuerza de paciencia, dedicación y buenas dosis de imaginación he conseguido pintar, reunir y repartir un total de piezas que en número total no he calculado ciertamente, pero que supera con creces el millar.
De toda la colección, destaca con luz propia la envergadura de los ejemplares con forma de toros de lidia. Piezas a las que les añado las astas modeladas con arcilla, y que constituyen cada una como pieza única un serio exponente de lo que la naturaleza y la imaginación pueden hacer cuando juntos caminan por el Arte, su sino y su destino.
PACO RODRIGUEZ (Marbella, 2004)

sábado, 22 de agosto de 2009

LOS MUERTOS Y LAS APUESTAS


LOS MUERTOS Y LAS APUESTAS

Sentado en uno de los bancos del cementerio pude sentir a mi alrededor la frialdad de la mañana, y entonces lamenté no haberme vestido con más indumentaria de abrigo. “...hoy hace frío. Llévate el chaquetón.” Me dijo mi mujer cuando me preparaba para asistir al entierro de un conocido cuyo funeral tuvo lugar aquella mañana de sábado.
Sabía que el oficio religioso iba a celebrarse en la capilla ubicada dentro del camposanto, el más antiguo de la ciudad, absorbido y rodeado hacía ya tiempo por el implacable paso del crecimiento demográfico y urbano. Una vez cumplimentado el acto protocolario del pésame a los familiares acompañé a la comitiva desde la sala de duelo hasta la recoleta construcción que, marcando el centro geométrico del recinto, alberga la capilla que allá por cada primero de noviembre sirve para la Eucaristía vespertina de Todos los Santos.
Vino entonces a mi memoria el recuerdo impactante de un hecho grabado en el consciente individual:

“Una tarde de mi niñez, acompañando a mi madre en una de sus visitas al cementerio, observé a través de los ventanales de la capilla que habían depositado un féretro. Tenía la tapa abierta y en el interior reposaba lo que a mi parecer era un muñeco, dado el mustio color que presentaba su piel.
En mi curiosidad infantil persistía la contemplación de aquella escena, inusual y extraña a la vez: la puerta de la capilla se hallaba cerrada, nadie ‘vivo’ ocupaba la estancia y sin embargo un ataúd con un cuerpo ‘irreal’, a mi entender. Yo observaba con miedo e intriga al mismo tiempo. No se trataba de un maniquí, que era lo que yo creía que veía, sino de un difunto con la apariencia cromática de la piel propia de los sujetos post-mortem.
Miraba y remiraba para tratar de asegurarme si era una cosa u otra y aunque por mi edad lógicamente no podía estar muy versado en semejante materia, me inclinaba a creer que allí había un muñeco y no un cadáver, pues aquella situación me resultaba del todo atípica. Recuerdo aquella escena ‘vista’ desde mi exterior, desde un plano cinematográ-fico, como si la cámara efectuara un barrido general para visualizar en retazos cada fragmento de aquel episodio con su puesta en escena virada ligeramente a sepia, ese desvaído tono con que suelen recordarse las vivencias en nuestra memoria. Y algo que me estremeció fue el comentario que hicieron unos niños que en ese momento pasaban por aquel lugar y vieron la misma escena: “...sí, ves, es un muerto”.
Aquella afirmación disipó de golpe mis dudas y mi diálogo interior se trocó en miedo ante lo que me parecía tan ilógico, es decir, un muerto alli depositado sin compañía que lo velase, y yo también a solas tras la ventana, pues los niños tal como llegaron siguieron calle abajo sin inmutarse y dejándome petrificado de terror durante unos instantes en los que no pude moverme debido a la impresión que me causó aquel comentario, pronunciado vacíamente, como quien dice cualquier banalidad. Al fin y al cabo, era la primera vez que ‘veía’ un muerto de verdad.”


Momentos, instantes, pasajes en los que invariablemente me dedico a reflexionar sobre la manida cuestión del mundo de los vivos y los muertos, del más allá y del más acá.
De nuestro vivir cotidiano, queriendo abarcarlo todo, menospreciando el tiempo valioso que se nos escapa entre las manos, que no vuelve a pasar por nuestra puerta, sin que ello nos importe lo más mínimo, pues arrogantemente creemos disponer de todo el que nos dé la gana.
De regreso a casa, paseando bajo el tibio sol del mediodia, pasé por la puerta de un establecimiento de apuestas de loterías y demás cantos de sirena, donde, quién no algunas veces, nos dejamos atraer con sus expectativas de ilusorios millones.
Como es natural, una pequeña fila de mis congéneres esperaba su turno para costear las apuestas de números del azar que el idem se encargará de combinar de cualquier manera, menos de la que debería haber sido.
Continué el paseo pensando que momentos antes había contemplado el último pasaje de la vida de alguien a quien ya poco le importaban las apuestas y sus mágicos premios.
Pero no es menos cierto que a muchos de los que aún estan ‘aquí’, ese poquito de ilusión materialista los mece acunadamente, dormidos bajo los efectos de un deseado vil metal que apague la llama de sus artificiales anhelos...
Mi conciencia, cual redoble de tambor, perfora la realidad que lucho por comprender.

PACO RODRIGUEZ (Marbella, 1995)

viernes, 21 de agosto de 2009

VERANO

Al final, sólo el vahído de un sueño,
la remota insinuación de lo ajeno;
Aquello que vamos a soportar bajo sopor
levitando entre olas de humedad y desvaríos.

¡Duérmete calor, apaga tu ira!
Seca tus lágrimas con el paño de la noche.
Las uvas del estío a gajos perecen.

Este color indefenso, entre mis pestañas
atrapa el instante donde el olvido todo lo borra.
Sales de mi vida y no te recuerdo
mas el ciclo vital inundará los calendarios.

Paco Rodríguez



jueves, 20 de agosto de 2009

UN SENDERO

Un sendero entre dos abismos
Abismo bueno, abismo malo... abismo al fin.

Desconocido, destartalado
atrapado en su infinitud.

Tus pasos, originados en el despertar
o abocados al sueño eterno.

Ingrávidas sensaciones que al aire hablan
sin principio ni final,
acotadas por equilibrios imposibles
que tu alma trata de apaciguar.

Cuéntame aquel sueño furtivo
que te secuestró en la negritud de la noche.
Las alas de tu vestido me engañan
y me arrastran hasta la extenuación.

Paco Rodríguez, (En Marbella, 20-VIII-09)

¿PARA QUÉ TANTA PRISA?

Decía el humorista PERICH en una de sus ocurrencias: 'Correr los 100 metros libres en menos de 10 segundos es una tontería, porque luego te sobra un tiempo enorme en el que no sabes qué hacer.'

viernes, 14 de agosto de 2009

MARBELLA EN VERANO

A modo de reflexión, expongo un dato aritmético relativo a la situación cotidiana de los que vivimos en Marbella:
La población habitual (fuera de los meses de verano) del término municipal está en 120.000 personas. Con este contingente tenemos bastantes problemas de movilidad a diario, tanto peatonales como circulatorios. Los aparcamientos de calle, constantemente ocupados, en el centro y en los barrios. Con las remodelaciones de las aceras, se van eliminado (¿con qué intención?) plazas que hasta ahora existían y que no perjudicaban nada a los peatones. Las anchuras que están aplicando a las aceras son demenciales, porque antes de las obras se pasaba perfectamente y tras ellas podemos hacer carreras de caballos y aún sobra sitio.

Cuando llega el verano, la población flotante se multiplica por tres... o más.
Es fácil imaginar el colapso que se produce en todos los aspectos.
Los que somos de aquí, sencillamente no vamos a muchos sitios porque están 'tomados' literalmente por muchendumbres foráneas ávidas de esparcimiento.
La gran mayoría vienen de lugares superpoblados habitualmente y por tanto no notan los atascos ni las aglomeraciones.
Circular en coche es amargante, estresante y, como reza en los paquetes de tabaco, perjudicial para la salud.
Un lugar como Puerto Banús es sencillamente inimaginable visitar durante el verano. Solemos acudir fuera de temporada, porque las colas para entrar son interminables y no se dan cuenta que además hay que aparcar el coche... y los aparcamientos -todos de pago- están abarrotados.
Demencial, insisto.
Se habla de crisis, pero la mayoría de establecimientos están a rebosar. Conseguir sentarse en cualquier terraza es una utopía, pues legiones enteras esperan turno sin inmutarse.

Resumiendo: aún siendo conscientes de los beneficios económicos que genera la 'invasión', el sacrificio que supone convivir con ella es como para nota.
Y no soy el único que opina así; son cada vez más los que perciben los inconvenientes.
También hay mucho de mito con lo de los beneficios económicos; hay gente paseando, pero 'gastando' poca. Voy por cualquier centro comercial -con aire acondicionado- y observo a la mayoría paseando -porque es algo que se nota- y mirando escaparates, sin nada más útil que hacer.
A la hora de comer es más barato una cerveza con tapa que comer como Dios manda. Así se pueden permitir prolongar la estancia.
Yo, para eso, prefiero no viajar. O se va de viaje 'de verdad' o mejor quedarse en casa.
Hay gente pa tó, como dijo el torero.
En Marbella, a 14 de Agosto de 2009