Un breve poema árabe cuenta que una gota de lluvia gritó al caer al mar:
¡Oh, mar! ¡Qué poquita cosa soy al lado de tu inmensidad!
Esta gota de agua fue recogida y alimentada por una concha.
Se transformó en una espléndida perla, que acabó brillando en la corona de un rey.
Viva, visible, preciosa y única, por haberse considerado nada.
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